La rehabilitación es algo habitual en la práctica clínica diaria. Se trata de una manera de ayudar a que los pacientes se recuperen o adapten a la hora de alcanzar su máximo potencial cuando han sufrido una lesión o pasado por una operación. Ante cualquier situación que limite la movilidad y funcionalidad de alguna parte el cuerpo, la rehabilitación permite recuperar en la medida de lo posible, esa funcionalidad y movilidad. En algunos casos, de forma absoluta, todo depende del tipo de problema a tratar.
Sin embargo, la rehabilitación no es simplemente realizar algunos ejercicios y ya. Para que los resultados sean buenos, es necesario pasar por unas fases que juegan un papel fundamental en la recuperación. La finalidad de toda rehabilitación, no es otra que restaurar la funcionalidad perdida y, por lo tanto, mejorar la calidad de vida de las personas.
Las causas de que haya que recurrir a la rehabilitación son tan diversas como las dolencias sufridas. Desde lesiones, traumatismos, enfermedades crónicas o accidentes, en contextos tales como el deporte o un postoperatorio, se trata de casos que requieren de una rehabilitación efectiva y duradera que siempre debe llevarse a cabo por un profesional de la salud. En este caso, el fisioterapeuta.
Para hablar de las diferentes fases que requiere un proceso de rehabilitación, hemos contado con Cerema, rehabilitación de mano, codo y hombro que, afirman que para lograr el objetivo final de la rehabilitación, existen diferentes etapas, cada una de ellas, con objetivos específicos. Estos objetivos, abordan los diferentes procesos de curación. Una vez que se entienden los diferentes procesos, paciente y profesional de la rehabilitación, pueden y deben, trabajar de forma eficaz con la finalidad única de obtener los mejores resultados. No se trata de una carrera de velocidad, sino de una de fondo.
Cada fase con una finalidad
Como no puede ser de otra manera, la primera fase, denominada como aguda o inicial, es la más crucial. Se trata de la fase indispensable que requiere una mayor atención, puesto que en la misma, el profesional sanitario, se centra principalmente en controlar el dolor del paciente y trabajar con la finalidad de reducir la inflamación y proteger la lesión de un agravamiento. De esta manera se facilita la curación y recuperación del paciente, al tiempo que se prepara el terreno para las siguientes fases.
Durante la primera fase de rehabilitación, es fundamental prestar atención al nivel de dolor que presenta el paciente, valorar su movilidad y la funcionalidad que puede provocar la lesión. A lo largo de la misma, es habitual recurrir a la aplicación de técnicas de terapia manual, analgésicos o antiinflamatorios, al mismo tiempo que se puede recurrir a modalidades de rehabilitación de electroterapia como la estimulación eléctrica.
Con objeto de reducir y minimizar la inflamación de la lesión, es habitual utilizar terapias de frio o calor, en función de cada caso en particular. Las compresas de hielo o las bolsas de gel, permite disminuir el flujo sanguíneo y, por lo tanto, reducir la hinchazón. Las compresas tibias o baños calientes, mejoran la circulación sanguínea y promueven la relajación muscular.
A modo de ejemplo, citaremos el tratamiento de un esguince de tobillo, en cuya lesión se aconseja aplicar hielo para reducir la inflamación, pudiendo recurrir a técnicas de movilización suave, con objeto de mantener la movilidad de las articulaciones, o ejercicios de fortalecimiento para mantener la funcionalidad de los músculos. Por el contrario, para una fractura ósea, el tratamiento, se centra en la inmovilización y protección de la lesión. Utilizar férulas o dispositivos que mantengan el hueso en la posición correcta y evitar movilizaciones que agraven la lesión, es lo más habitual.
Por lo tanto, podemos decir que esta fase, tiene como objetivo el trabajo sobre la inflamación y protección de la zona, con la finalidad de prepararla para la segunda fase, donde se mejorará la movilidad, como veremos a continuación.
De la fase aguda, pasamos a la subaguda, o segunda fase dentro del programa de rehabilitación. Esta etapa se centra en la recuperación de la movilidad y, por consiguiente, de la función muscular y articular. El profesional, se centrará en la ejecución de ejercicios terapéuticos que ayuden a que se fortalezcan los músculos, mejore la estabilidad de la zona afectada y se aumente la resistencia de la misma.
Algunos de los ejercicios a los que se recurre de forma más habitual, incluyen el uso de bandas elásticas, pesas u objetos, o máquinas de resistencia que permiten ejercer una carga añadida, gradual y controlada para los músculos. Esto hace posible encontrar una adaptación muscular que contribuya de forma satisfactoria a la recuperación de la fuerza perdida.
Otros de los ejercicios a los que se suele recurrir en esta fase de la rehabilitación, son las técnicas de estiramiento y movilización articular. Con ellos, se puede enfocar las sesiones a una mejora o recuperación de la amplitud de movimiento en las articulaciones afectadas. Ayudan a aumentar la flexibilidad, reducir la rigidez y mejorar la funcionalidad de las mismas.
Además de los ejercicios terapéuticos, en esta fase de la rehabilitación se puede recurrir a otras técnicas como la terapia manual, la crioterapia o la electroterapia. Con su ayuda, se puede reducir la inflamación, aliviar el dolor y mejorar la circulación de la zona afectada.
Sin duda, esta fase es la de mayor duración y en cual, el profesional de la rehabilitación es fundamental, puesto que se ocupa de diseñar el plan de rehabilitación adecuado y ajustado a cada paciente y situación.
Fase avanzada y mantenimiento
Una vez se cumplen las dos fases previas y la rehabilitación está, se pasa a la tercera de las fases o fase avanzada. En este estadio de la rehabilitación, el plan diseñado previamente, se centra en la restauración de la fuerza, la resistencia y la función completa de la parte del cuerpo que se ha visto afectada. El objetivo principal del esta fase, es recuperar la capacidad física que se ha perdido durante el tiempo transcurrido entre la lesión y la rehabilitación propiamente dicha. Con la finalidad de que el paciente, pueda volver a retomar sus rutinas de actividad diaria y practica ejercicio de forma segura
En esta fase, la dificultad de los ejercicios es mayor, debido a que se centra en la recuperación del movimiento y la masa muscular que se ha perdido. Al mismo tiempo, es posible incluir ejercicios como levantamiento de pesas, entrenamientos de tipo funcional o actividades específicas directamente relacionadas con alguna disciplina deportiva.
Citaremos a modo de ejemplo, una lesión de rodilla en la que se puede recurrir a ejercicios como las sentadillas, para fortalecer la zona, o ejercicios de equilibrio sobre una pierna. Es más que habitual recurrir al uso de aparatos de gimnasio como bicicletas estáticas o cinta, debido a que estar permiten mejorar al mismo tiempo la capacidad aeróbica.
Igualmente que sucede en la fase anterior, será el profesional de la salud quien determine la frecuencia e intensidad de los ejercicios que se deben realizar, a razón de los avances alcanzados previamente. A esto cabe añadir las metas personales e individuales de cada paciente, siempre y cuando sea factible. Se pueden incluir en esta etapa los citados tratamientos complementarios como electroterapia, masajes, etc.
Llegamos a la última de las fases de todo el proceso de rehabilitación que pretende garantizar la estabilidad de la lesión, a largo plazo. A la vez que se previene de la recaída. A razón de la gravedad de la lesión o la disponibilidad del paciente para llevar a cabo la fase de mantenimiento en un lugar especializado, se puede realizar en el domicilio o el gimnasio. Eso sí, siempre con el seguimiento y control del profesional de la salud correspondiente.
Para llevar a cabo una fase de mantenimiento, hay que realizar ejercicios de fortalecimiento, siempre recomendados por el sanitario, con la finalidad de mantener y mejorar la fuerza y la masa muscular, proporcionando estabilidad en las articulaciones.
A fin de trabajar tanto la fuerza como la flexibilidad, es muy aconsejable mantener una rutina de estiramientos personalizada. Realizar ejercicios aeróbicos de intensidad media como caminar a buen ritmo o nadar, es igualmente conveniente. En esta etapa, se busca la corrección postural en caso de que sea necesario, algo esencial para la prevención de las lesiones que puedan producirse en la zona.
Resulta esencial comprender el porqué de cada una de estas fases y la duración del proceso integro. Es fácil experimentar en algún momento, sensación de estancamiento y no alcanzar los resultados que se esperan. No obstante, se trata de procesos individuales, por lo que cada lesión puede conllevar unos tiempos de recuperación diferentes en cada paciente. Por lo tanto, hay que seguir las recomendaciones y pautas que proporciona el profesional de la salud, mantener una buena y abierta comunicación con el fisioterapeuta o rehabilitador, permite ir ajustando el programa en función de las necesidades y progreso personal.
Se trata, según los profesionales de la salud, de un desafío para todos los pacientes que requieren de una rehabilitación, sea del tipo que sea. Pero con el apoyo adecuado y la dedicación necesaria, es solo cuestión de tiempo recuperar las funciones y funcionalidad previas a la lesión o motivo que ha derivado en la necesidad de recurrir a la rehabilitación.