Cuando nuestros padres y abuelos se van haciendo mayores, la mejor opción siempre es que continúen viviendo en casa. Siempre que sus condiciones de salud se lo permitan. Sin embargo, por problemas asociados a la edad, hay actividades para las que necesitan ayuda a domicilio. Alguien, que aunque sea por unas horas, venga a casa a echarles una mano. Te comento las situaciones, bajo mi punto de vista, en las que sería adecuado plantearnos esta opción.
Los ayuntamientos y comunidades autónomas tienen programas de asistencia domiciliaria para la tercera edad. Forman parte de sus competencias en materia de servicios sociales. Para solicitar esta ayuda hay que cumplir una serie de requisitos. En este artículo no me voy a centrar en este aspecto. Para informarte sobre este asunto puedes visitar la web de tu comunidad autónoma o la del ayuntamiento de tu ciudad. Voy a enfocar el tema de una manera más general.
Los dos problemas que más acechan a nuestros mayores son la soledad y la pérdida de movilidad.
La ayuda a domicilio a las personas mayores tiene un sentido que va más allá de la asistencia sanitaria o doméstica. Voy a poner un ejemplo, el de mi suegra. Una señora de 80 años que vive sola en su casa. Por limitaciones de pérdida de movilidad, otra señora acude a su casa dos veces por semana para ayudarle a limpiar. No es que ella ensucie mucho, pero le gusta tener la casa inmaculada. Algunas tareas, como limpiar los cristales o subirse a una escalera para quitarle el polvo a las repisas del comedor, le cuestan bastante.
Cada día que esta señora acude a su casa, mi suegra le prepara un café y juntas hablan de la vida. Ese momento que pasan juntas, tiene más importancia, si cabe, que la limpieza que le haya podido hacer.
En qué consiste la ayuda a domicilio.
La asistencia a domicilio para las personas mayores es mucho más que la limpieza doméstica. Así nos lo cuentan desde la Residencia de Nuestra Señora del Rosario, una residencia para personas mayores ubicada en el centro de Valladolid que, además de cuidar residentes en sus instalaciones, presta el servicio de ayuda a domicilio para personas mayores en Valladolid.
Estos expertos señalan que se trata de un trabajo especializado, para el que el cuidador o cuidadora debe tener una preparación específica y homologada.
Entre sus tareas más habituales se encuentra ayudar a la persona a levantarse y a acostarse; asistirlo en su higiene personal; supervisar su alimentación para que sea equilibrada y adaptada a sus necesidades físicas; estimular hábitos de vida saludable y practicar cuidados relacionados con la mejora de su movilidad.
En otro orden de tareas, el cuidador debe acompañar a la persona mayor al médico, en la gestión de trámites e, incluso, en actividades de ocio.
Por supuesto, debe preocuparse de ayudarle a hacer la compra y de la limpieza y mantenimiento de la casa, pero digamos que son tareas que se encuentran en un segundo plano con relación a su función sociosanitaria.
Respecto a los cuidadores a domicilio más solicitados son aquellos que pueden hacerse cargo de una persona mayor o una persona con dependencia, mientras el cuidador principal no puede encargarse de él, por horario laboral o por responsabilidades personales.
Socialmente, la responsabilidad del cuidado de nuestros mayores recae sobre los familiares descendentes directos: hijos, sobrinos, etc. Cuando estos no pueden cuidar al mayor, esperan que el profesional que contratan para sustituirlo, lo haga, al menos, como lo harían ellos.
Una ayuda titulada.
Aunque a un nivel doméstico, no existe una titulación obligatoria para cuidar a una persona mayor, todo depende del criterio de la familia, las empresas que ofrecen servicios de cuidados a domicilio para personas mayores sí contratan a personal titulado. Esta es una tendencia que se va extendiendo poco a poco a nivel particular.
En este sentido, ya se han creado módulos de Formación Profesional para preparar a estos profesionales. Una de las titulaciones más solicitadas es el Certificado de Profesionalidad en Atención Sociosanitaria para personas en situación de dependencia. Este certificado se obtiene tras pasar con éxito un curso de formación profesional de un mínimo de 450 horas, entra las que se incluyen prácticas.
De hecho, el personal que trabaja dentro de las residencias de mayores debe tener esta formación adaptada a las Instituciones Sociales; es decir, un curso específico.
Otras de las titulaciones que se suelen exigir para trabajar como cuidador a domicilio son las de auxiliar de geriatría o auxiliar en gerontología. Formaciones de F.P. equiparables a la que recibe una T.C.A.E. (Técnico en Cuidados Auxiliares en Enfermería).
Todo esto es necesario porque para cuidar a una persona mayor es necesario tener conocimientos de nutrición; de fisioterapia y de enfermería, a un nivel básico; y, por qué no decirlo, ciertas habilidades sociales para tratar a la persona con dignidad y desde la empatía.
Como vemos, el trabajo de los cuidados a domicilio tiene más que ver con un perfil sociosanitario, que con el de una limpiadora o a una asistente en las tareas del hogar, sin menospreciar para nada, este oficio.
Cuando recurrir a la asistencia a domicilio.
Como señala la web Sevilla.org, el ayuntamiento de Sevilla puso en marcha ya hace unos años las brigadas de Asistencia a Domicilio en Barrios. Se trata de equipos de dos o tres personas que recorren todo el día ciertos barrios de la capital andaluza, ayudando a personas mayores en sus tareas diarias. Desde hacerles la compra en el supermercado, hasta acompañarles en su visita al médico.
Cada día estas brigadas recorren los domicilios de las personas de las que se encargan, para asegurarse de que se encuentran bien y para ver en que les pueden ayudar. Esta visita también les permite organizar su agenda de trabajo para que no entre en contradicción con la asistencia a los otros beneficiarios.
Me parece una iniciativa digna de mención, pero he querido referirme a ella porque los criterios que utiliza el ayuntamiento sevillano para que un vecino se pueda acoger a este programa, nos pueden servir de orientación para plantearnos cuando contratar una ayuda domiciliaria para un familiar.
En palabras del ayuntamiento de Sevilla pueden recibir el Servicio de Ayuda a Domicilio todas aquellas personas o unidades de convivencia que carezcan o tengan mermadas su autonomía temporal o permanentemente.
Entre estos supuestos se incluyen personas con discapacidades físicas, psíquicas o sensoriales. Esto incluye desde personas con movilidad reducida, con pérdidas significativas de vista u oído o con trastornos neurodegenerativos en un estado incipiente.
También se incluyen en esta consideración a aquellas personas o unidades de convivencia, como puede ser un matrimonio de personas mayores, que no cuenten con una red de apoyo de acceso inmediato para hacer frente a los imprevistos. Como puede ser una persona mayor cuyos hijos viven fuera o sus horarios laborales no les permiten estar disponibles.
Otro factor a tener en cuenta son las condiciones y características de la vivienda habitual. Una vivienda con dificultades de accesibilidad, como puede ser una persona mayor que vive en un segundo piso sin ascensor, o en malas condiciones de salubridad, la persona no puede hacerse cargo de la limpieza, también pueden requerir ayuda a domicilio.
La alternativa de los Centros de Día.
Asistir a los centros de día es otra opción que permite a nuestros mayores poder llevar una vida autónoma, dentro de su entorno habitual, sin tener que abandonar su casa y recibiendo una atención adecuada a su situación.
La página web euskadi.eus, una página oficial del gobierno vasco, indica que los centros de día tienen el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las personas mayores, proporcionándoles una atención personalizada enfocada a fomentar su bienestar y su autonomía.
Los centros de día programan actividades que potencian la autonomía funcional de los asistentes y que a su vez promueven la socialización. Interaccionan con otras personas de su edad, en situaciones parecidas a las suyas, lo cual mejora su estado de ánimo y tiene un efecto positivo en su salud física y mental.
Estos centros suponen, a su vez, un respiro para sus cuidadores. El tiempo que la persona mayor está en el centro de día, el cuidador puede descansar o dedicarse a otras actividades o responsabilidades. Lo cual reduce los niveles de estrés y agotamiento.
En estos casos solemos pensar bastante en la persona cuidada, pero no debemos desatender al cuidador. Si el cuidador enferma, no puede encargarse de la persona mayor. El trabajo de un cuidador, aunque no lo parezca, es un trabajo bastante exigente.
Hay que señalar que los centros de día no son un sustitutivo de la ayuda a domicilio. Son dos medidas compatibles. De hecho, lo que buscamos es que nuestro mayor viva en las mejores condiciones posibles.
El problema de los centros de día es que están enfocados en personas en situación de dependencia. Si nuestro familiar no reúne las condiciones para acceder a ellos, hay que buscarle otras actividades sociales fuera de casa. El aislamiento es otro de los riesgos de hacerse mayor.