Psicodermatología, la piel como espejo de nuestras emociones

La psicología evoluciona al mismo tiempo que las personas y se abre cada vez en ramas más específicas para tratar todo tipo de problemas desde el interior. De esta manera surge la psicodermatología, una disciplina relativamente reciente que combina especialidades como la dermatología y la psicología para dar solución y tratamiento a los problemas que se producen en la piel, el cabello o las uñas.

No es algo reciente que en psicología, los profesionales que trabajan en colaboración con terceros se encontraran en sus consultas con pacientes que presentaban problemas cutáneos y dermatológicos con un origen psicológico. Es decir, existen determinados trastornos psicológicos que se manifiestan a nivel dérmico. La piel es el órgano más grande y visible, por lo tanto expuesto, del cuerpo. Su labor es ejerce como interfaz con el entorno, por lo que puede verse afectada por factores corporales tanto internos como ambientales. Debido a esto, surgió la cuestión sobre cómo se pueden relacionar trastornos psicológicos y piel y de ahí, esta disciplina relativamente nueva que va cobrando protagonismo dentro del ámbito de la salud.

Conocer esta rama de la psicología puede resultar tan interesante como esclarecedor para comprender las afecciones de la piel. Pues en muchos casos, ni los propios dermatólogos saben dar respuesta a las patologías que afectan a la epidermis, el cabello o las uñas. De la mano de la Psicóloga Patricia Sánchez vamos a introducirnos en esta nueva visión de la psique humana y lo que repercute en nuestro cuerpo. En este caso partículas, averiguaremos los porqués de que nuestra piel sea en algunas ocasiones, el fiel reflejo de nuestro estado emocional.

Como bien sabemos, la piel ejerce un papel fundamental como receptor y emisor de información. De hecho son numerosas las investigaciones en las que se ha encontrado relación de problemas cutáneos con afectaciones de carácter psicológico. En palabras más llanas, varios trastornos psicológicos y psiquiátricos pueden derivar en problemas de la piel. La psicodermatología se ocupa de las patologías cutáneas que se producen en consecuencia de la interacción entre la mente y la piel. Lo que se conoce como patologías duales.

Estrecha relación desconocida

Uno de los aspectos clave de esta disciplina, reside en que algunos de los pacientes que acuden a la consulta del dermatólogo suelen o pueden, presentar trastornos psiquiátricos o psicológicos asociados que pueden repercutir en una mayor complejidad en la patología que presenta la piel. Por esta razón, la psicodermatología considera la influencia que el estrés psicosocial posee en el origen, desarrollo y cronicidad de las enfermedades cutáneas que padecemos en la actualidad.

Para encontrar esa estrecha y aun, desconocida, relación entre la psicología y la psiquiatría con la dermatología, contamos con esta disciplina. Mientras que psiquiatría y psicología se centran en el manejo de los diferentes trastornos mentales, la psicodermatología se ocupa de pacientes que presentan síntomas de la piel unidos a síntomas psicológicos que influyen en su calidad de vida.

Existen numerosos casos que pueden justificar la relación existente entre ambas disciplinas. Como ejemplo podemos citar personas que muestran impulsos agresivos, comportamientos autodestructivos o ansiedad a través de la piel desarrollando síntomas dermatológicos. Estos síntomas, cabe señalar, pueden ser provocados por ellos mismos o surgir como una consecuencia de su padecimiento. Otro ejemplo lo encontramos en personas que sufren patologías dermatológicas que afectan a su imagen física y aspecto, en cuyo caso, se muestran ansiosos, deprimidos o avergonzados.

Por lo tanto, podemos considerar como enfermedades psicodermatológicas aquellas en las que el estrés actúa como un agravante de los síntomas que afectan a la piel. Incluyendo cuadros psicóticos que presentan síntomas dermatológicos. A razón de lo citado, se ha vuelto necesario desarrollar una clasificación que haga posible facilitar la comprensión de las patologías duales y unifique los criterios clínicos para poder relacionar la piel con los trastornos psicológicos y viceversa.

Hasta ahora encontramos tres categorías o tipos de trastornos relacionados con la dermatología de los que hablaremos con más detalle a continuación. Aunque todavía queda un largo camino que recorrer para poder alcanzar a comprender todo lo que relaciona las afecciones de la piel con los trastornos psicológicos o psiquiátricos. Si nos paramos a pensar, es muy habitual alegar que se nos cae el pelo a consecuencia de las situaciones de estrés. Esto que parece un dicho popular, es algo muy real y que todos hemos padecido o padeceremos en algún momento de nuestra vida. Esta pequeña muestra nos invita a pensar que ciertamente la psicodermatología surge de una necesidad de entendimiento frente a problemas que la medicina no puede solucionar, como sucede con muchas de las afecciones de la piel.

Trastornos de la piel, trastornos de la mente

La palabra trastorno evoca gravedad. No necesariamente es así. Un trastorno solo quiere decir que algo no va bien, puede ser algo grave o algo leve. En este caso, los trastornos que podemos llegar a padecer a consecuencia del estrés u otro tipo de trastornos mentales, derivan en la piel, pues al fin y al cabo, si la epidermis no funciona bien es que existe en ella un trastorno.

Lo que pretendo decir es que unificar estas disciplinas no conlleva mayor gravedad en la patología que se sufra. Tan solo se pretende solucionar el problema en sus dos vertientes.

De un lado encontramos trastornos psicofisiológicos que contemplan los trastornos dermatológicos que parecer tener exacerbaciones por factores psicológicos, emocionales y estrés. Siendo así, los procesos fisiopatológicos involucrados se relacionan con la regulación del eje neuronal-endocrino-cutáneo. Especialmente a consecuencia de la activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal. En otras palabras, el estrés con el que estos se relacionan.

La activación de este último, incrementa la estimulación adrenérgica y las citoquinas inflamatorias que genera un cambio en el sistema inmune. En esta categoría, se consideran las alteraciones psíquicas como agravante o desencadenante de la patología de la piel. A consecuencia, se produce un aumento del estrés psicológico. Algunos ejemplos son la psoriasis o la dermatitis atópica que se ven agravadas con el estrés y las disfunciones emocionales así como la tendencia al aislamiento y el mayor riesgo de padecer depresión o ansiedad.

En lo que atañe a los trastornos psiquiátricos primarios, la psicodermatología se ocupa de las enfermedades en las que los pacientes psiquiátricos se autoinducen los síntomas o signos cutáneos, sin que previamente se hayan desarrollado lesiones primarias en la piel. Son ejemplos de este tipo de patologías duales el Síndrome de Ekbom que se caracteriza por la creencia de que la persona está infectada por organismos vivos, presentando lesiones cutáneas como excoriaciones y ulceraciones. La dermatitis arteafacta en la que la persona se produce lesiones y niega hacérselas. O la tricotilomanía que se caracteriza por la pérdida de pelo en parches a consecuencia de una necesidad compulsiva de arrancarse el pelo.

Dentro de espectro de los trastornos psiquiátricos secundarios, se trabajan condiciones psiquiátricas como la depresión y la ansiedad o fobia social que se producen a consecuencia de una enfermedad cutánea. Puesto que la patología afecta a la imagen corporal, la persona que lo padece desarrolla un cuadro de depresión o ansiedad que debe ser tratado por un psicodermatólogo. Algunas de las enfermedades que generan síntomas psiquiátricos son el Acné Vulgaris y el Vitiligio que consiste en una despigmentación de la piel.

La mayoría de los pacientes que acuden a la consulta de un psicodermatólogo suelen considerar que sufren un problema cutáneo primario, cuando no suele ser así. Para abordar a este tipo de pacientes, lo principal es proceder como en cualquier consulta de dermatología pero con mayor protagonismo de la escucha activa para obtener una historia clínica con todos los aspectos médicos, psicológicos y sociales del paciente.

Durante la consulta es conveniente abordar el impacto psicosocial que pueden tener los problemas de la piel y la implicación en las relaciones sociales, así como en la calidad de vida. Igualmente, es necesario realizar un examen psicológico general en el que se incluyan revisiones minuciosas de la piel. Poniendo atención en el aspecto y comportamiento del paciente, el discurso, su estado de ánimo, el pensamiento, la percepción y una evaluación cognitiva general.

En resumen, implementar la psicodermatología en los sistemas de salud proporcionaría una mejora en el manejo de algunas de las patologías que relacionan los aspectos dermatológicos con los psicológicos. Para los profesionales, desarrollar una terapia multidisciplinar en la que se incluyan los factores físicos y cognitivos, puede ayudar de forma notable a mejorar la calidad de vida de este tipo de pacientes.

Sin duda, esta nueva disciplina, desconocida para la gran mayoría, puede aportar interesantes datos sobre muchas de las patologías que afectan a la piel. Del mismo modo que puede ayudarnos a comprender porque ciertos estados de ánimo y emocionales, repercuten en nuestro aspecto por afectar a partes visibles como el rostro, los brazos o las manos. En cualquier caso, la realidad es que cuando no tenemos un buen aspecto porque la piel se ve afectada por acné, manchas o simples granitos sin importancia, nos sentimos deprimidos. Si la dolencia es de mayor gravedad o envergadura como el caso de la dermatitis, las consecuencias emocionales derivan en un círculo vicioso: más estrés, más síntomas, más síntomas, más estrés.

 

 

 

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